Quiebre de mis manos que se vuelven todos los demonios, que son míos,
llegan y se convergen. Lo conozco perfectamente y sé que no puedo hacer nada por fuerza de voluntad: un quejido en la noche, dolor que dura días, llanto a la mitad de tu cuerpo, odio por lo humano, desolación que sabe a muerte, acción sin terminar, una vida.
Todo es un ciclo y una mentira, siento todo y al mismo tiempo, todo en un instante que se estira. Doy un vistazo, me siento perseguida. Duermo, duermo, duermo. Los perros aullan en las madrugadas, no se callan, no cesan. Las puertas se abren, los pasos en la escalera, el frío de la mañana. Todo está esparciendose: "¡Que se acabe!". Todos hablan en un zumbido que se ahoga.
"¡Que se callen! ¡Que pare!".
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