miércoles

I

Pensar en muchas cosas a la vez puede ser mortal como lo comprobé hoy cuando manejaba y en una esquina de Reforma vi a “ese cabrón”, así es como lo recordé. Tenía tal vez 18 y por alguna extraña razón usaba aún uniforme de colegiala. Tomaba clases de batería por las tardes de 3 a 4 de la tarde y otra a las 6, no siempre podía regresar a casa, muchas veces iba con mi impecable uniforme escolar pues me chocaba cargar ropa para cambiarme en el baño como muchos adolescentes hacían.

En fin, él iba conmigo a clases. Un día mientras esperaba afuera del salón a que se desocupara una de las baterías, él salió a prender un cigarro, entonces lo vi, me dijo: ¡Niña, te va! Reaccioné y me indigno el “niña”, por primera vez fui ofendida por mi condición estudiantil, entré sin decirle nada.

Pasaron los días, sentada en mi lugar tratando de resolver un problema de solfeo fui sorprendida cuando él se acercó y me dijo al oído que me esperaba afuera (cabe resaltar que un salón con tres baterías y las bancas llenas de practicadores de madera golpeados todos estos elementos a la vez, no se oía nada, ni tu conciencia, así que no oí mi voz interna que me decía : ¡CUIDADO!) a lo cual no me pude resistir como la chica en la que me había convertido ese año. Se hicieron las preguntas que siempre se hace, llegamos a la conclusión que éramos dos chicos ansiosos de 18 años. Intercambiamos números telefónicos y ese mismo fin de semana yo estaba en su auto besuqueándolo. Había tomado esa noche cantidades enormes de alcohol en un bar, baile cual mujer desesperada pegada a su cuerpo mientras me tocaba como sólo él lo pudo haber hecho (aparte yo tenía unos kilos menos ja) Terminé en el baño de ese bar con los calzones abajo.

Así pasaron como dos meses de cubrir aquellas necesidades febriles hasta que el muy culero una tarde en su casa trató de drogarme cual niña puberta. No me molestó tanto la intención, pude haber tenido sexo con él con el simple hecho de PEDIRLO, pero no, con el paso de los años me he dado cuenta como les encanta a los hombres dar tanta vuelta, pero bueno esa es otra historia. Yo ya estaba en ropa interior y justo cuando intentaba darme el elixir del amor me monté en él como toda una mujer y dije:

Mira cabrón yo decido de quién ser puta y de quién no

Esa misma frase rondo mi mente al verlo hoy cruzando la calle, tuve tantas ganas de ser el auto de adelante para aplastarlo una vez más con mi cuerpo. Lo peor es que cuando cruzaba la calle vi lo guapo que sigue siendo.

2 comentarios:

Unknown dijo...

woooooow

debo decir que uniformes y baterías son una mezcla interesante

y de lo demás

simplemente
wooooooow
o woooha

jeje

Carrera dijo...

no mamar.
Ya quiero tratar de llevar a alguien detras de la milpa, con drogas.

Espero que el efecto -Mira cabrón yo decido de quién ser puta y de quién no- se haga presente, si no que chiste.

El pedirlo, en mayusculas, es una lección enorme que siempre recordaré.

=)

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