Respeto mucho las cocinas ajenas, sin duda son rincones donde se percibe la personalidad de las personas. En estos días de fiestas ayudo en la cocina, aún no se me delega un platillo: pico cebolla, lavo frutas, vegetales, trastes...
Me hipnotizo ante los colores de las jaibas, puedo sentir el relieve de sus cuerpos, suenan como cascabeles huecos al chocar una con otra, mis manos son insípidas ante su brillo; "debes meter el cuchillo de un sólo golpe, no lo pienses": lo clavo y cruje como una guitarra recien conectada (el plug y el sonido). Recuerdo esa vez que una ola me llevaba al mar y los pedazos de conchitas se me clavaban en los pies, empezaba a sangrar, lo veía en el agua mientras bocarriba trataba de salir de la ola. "Ahora quita el centro pues son sus intestinos, igual arrástralo hacia a ti y de un sólo tajo": "Best finest surgeon, come cut me open" (siento un dolor que me hace sentir viva, dentro, algo me atormenta). Veo las tenazas y canto de nuevo para reafirmar un pensamiento, recuerdo los ojos de St. Vincent en:
Recuerdo en las tenazas un mecanismo médico, cierro los ojos, siento el agua entre los dedos, cierro la llave.
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