Camino de árboles para llegar al hospital, a cualquier hora del día, me puede adormecer las manos. Por las mañanas aquella luz parpadeante entre colores mango, reflejo de luz en mis lentes (ilumina todo lugar), y creo olvidé algo en casa. Mi primer día ante pacientes con la esperanza de encontrar una cura. Por las noches con aquel brillo entre los cristales y el olor a formol, las transparencias, me fascina el uniforme planchado de las enfermeras. En casa, en este hospital ante las personas que me observan en los corredores, mi nuevo casa.
Alegría ante los químicos y las heridas. Las heridas carcomidas (quisiera ver más adentro de ellas, explorar sus contornos y su profundidad), el color de la sangre y de los cuerpos abiertos para operaciones. Virus, bacterias, cultivos, líquidos humanos. El mosaico blanco resplandeciente de los pisos, los elevadores y la maquina de dulces (nota: traer siempre cambio). Leer un poco entre líneas, tono suave con los pacientes, tono fuerte ante las mujeres bellas, mirada fija en sus posiciones (siempre mienten), amable ante su desesperación, constante en las preguntas para distraerlos y saber los verdaderos motivos ¿Cómo encontrar soluciones en instantes tan pequeños? Siempre impecable, cabello despeinado y un ligero olor a madera. Friolento, un buen hombre, un buen médico.
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