En este par de meses me he visto envuelta, indirectamente, frente a la muerte. Las reflexiones que emanan de la pérdida, me confrontó ante los deseos de vivir. ¿Qué es vivir? (me pregunto). No sé en qué momento dejé de hacer lo que me gusta, por hacer lo que se tiene que hacer.
He dejado muchas cosas.
Vivo en un momento donde no soy yo, un lugar donde estoy en mi cama, en el que no se lee y no se toca, donde se trabaja en lo que no se quiere, donde no se escribe porque no hay nada de que escribir.
Me alegra pensar que no soy la única que se siente en cautiverio. Me atrevo a quejarme y no me reconozco ante tales situaciones. ¡Qué aburrida se ha vuelto la ciudad! ¿Se puede escribir sobre nada? El hastío sólo me hace perseguir sombras y sueños... irse lejos, donde pueda caminar, pensar, escribir, tocar, cocinar, platicar, inventar. ¿Existirá ese tiempo?
¿Y si escapamos?
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